Con los ojos del alma...

Ya ha pasado otra Navidad, época en que las demostraciones sinceras y abiertas de aprecio, cariño y valoración deberían abundar y no ser disfrazadas tras el acto casi mecánico de regalar objetos. Aunque recibir un regalo puede significar mucho si la intención detrás es más que seguir una simple tradición.

Porque no siempre regalar significa entregar algo material, como no siempre para ver realmente es necesario utilizar el sentido de la vista, así también no siempre para sentir hace falta la cercanía física. Estar cerca físicamente no verdaderamente supone estar.

Muchos quienes nos ven a diario y conviven con nosotros suelen no reparar en tantas cosas que nos atañen, pero aún así la vida nos permite encontrar personas que tienen ese encanto que les hace diferente, y no hablo de algo físico, sino de percibir lo que no se ve.

Personas que agradecen una palabra, un momento de presencia y que sin conocerse demasiado proyectan mucho más cercanía incluso que aquellos quienes nos conocen personalmente. Personas que saben sonreirte de una manera distinta, a través de una palabra cariñosa, un beso que viaja, un abrazo, una imagen, después de todo igualmente a través de un gesto.

Ya lo decía el maestro Yoda, luminosos seres somos (algo muy cierto más allá de provenir de un personaje de ficción), y esa luminosidad hay quienes logran transmitirla desde muy lejos. Sin duda un don y para quien lo recibe y percibe, un privilegio.

Hay quienes reciben mucho más y nos pierden en el olvido. Mi alma no olvida, mi corazón no sabe de ingratitud, aunque fuese un momento en el que pasaras delante de mi y yo fuese capaz de ver tu estela luminosa o tus alas, sería suficiente para recordarte siempre.

Y así es y será.

Mi gratitud por el momento en que me regalas un poco de tu luz sólo por verme con los ojos de tu alma.


WAC.